jueves, 1 de mayo de 2014

Memorizar para no olvidar

Según la Real Academia de la Lengua (R.A.E) la memoria “es la facultad de la mente por la cual los actos mentales y estados de conciencia pasados se retienen, evocan y reconocen”. Hamilton define la memoria como la “facultad de conservar lo que está en el cerebro y representar y rememorar las situaciones cuando es preciso”.


Ahora bien, ¿Cómo te imaginas que funciona la memoria? La memoria forma parte del cerebro y en éste hay células que se llaman neuronas. Las neuronas y sus prolongaciones emiten señales químico-eléctricas para transmitir la información o el mensaje de una neurona a otra. Una información que almacenas en la memoria no es más que una conexión entre una neurona y otra. Para que esa conexión perdure, se tiene que dar el tiempo, de a ahí que la preparación intensiva no tenga sentido, el tiempo es necesario para la memorización.

Las fases de la memoria son tres: registro, retención y recuperación. El registro es el proceso inicial de entrada de información. Intervienen procesos mentales como los sentidos, la atención y la percepción (desde un punto de vista práctico tendría que ver con la organización del estudio, las distracciones,  la lectura comprensiva, tomar apuntes etc, etc). No recordamos datos aislados, recordamos cosas en su contexto, los bueno ajedrecistas tienen en la memoria el tablero en su conjunto y no las piezas por separadas. La retención es el intervalo entre el registro y la recuperación, no es un fenómeno observable, sólo podemos inferirlo. Depende mucho de la motivación, el interés y la repetición. Por último, la fase de recuperación es hacer salir la información que hemos retenido. La Ley de Ribot dice que nuestros recuerdos no son estáticos, cada vez que recuperamos una información en la memoria, lo integramos de forma más profunda en nuestra red de recuerdos y, por tanto, hacemos que sea más improbable que desaparezca.

La definición de la R.A.E incluye como una de las funciones de la memoria el reconocimiento. El reconocimiento es una actividad más fácil que al recuperación pura y dura. Utiliza estímulos externos para recuperar la información, por ejemplo en los exámenes tipo test la respuesta te la dan y es más fácil identificarla. En la rememoración es el alumno quien tiene que aportar ese estímulo primero y esto es más difícil. En éste caso es importante tener en cuenta lo que se ha dado en llamar la “codificación elaborada” que es convertir las cosas aburridas que queremos grabar en la memoria, en algo tan colorido, tan emocionante y tan distinto de todo cuanto uno ha visto antes, para que no se pueda olvidar. La idea es convertir algo poco memorable, como una lista de fechas, en una serie de imágenes visuales fascinantes y distribuirla mentalmente en un espacio imaginario, de repente esos elementos poco memorables se tornan memorables. Rememora mentalmente lo que has memorizado y corrige los fallos.


¡Algo más de teoría para no olvidar!

-         La memoria es imprescindible en todo proceso de aprendizaje, es el auxiliar de la inteligencia y la base de toda actividad. Aunque la memoria está muy ligada  a la inteligencia, hay que entender que incluso una memoria mediocre es sumamente poderosa si se usa de manera adecuada.

-     Sin atención no hay memorización posible, por eso cuando no prestamos la suficiente atención a determinadas circunstancia lo olvidamos, por ejemplo el nombre de una persona cuando nos la presentan (prestamos más atención a su forma de vestir, el habla, etc).

-          Sin motivación no podemos activar la atención. No debemos confundir ganas con motivación. La motivación es tener motivos. ¿Puede un estudiante estudiar cosas aburridas y poco interesantes? La respuesta es sí, si la motivación es suficiente.

-          La comprensión es imprescindible para la memorización. “La memorización del sinsentido, no tiene sentido”. Necesitamos comprender aquello, que leemos, oímos o hacemos, de lo contrario no conseguiremos memorizarlo.

-          La mejor forma de evitar el estancamiento es practicar los fallos. 


Francisco J. Arroyo Ortega

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