Algunas investigaciones han demostrado que entre un 30 y un 50% de los fracasos escolares se deben a causas emocionales.
Dentro de este apartado entrarían trastornos como la depresión (más frecuente en la infancia de lo que los mayores creemos), la baja autoestima, trastornos de ansiedad, y luego, complicaciones más severas, como psicosis o neurosis.
Y por supuesto no podemos eludir el papel, yo diría que imprescindible, que representa la familia en estos trastornos. La influencia de ésta en la estabilidad emocional del niño es fundamental.
Por ello, estas circunstancias pueden alterar el equilibrio afectivo y perjudicar su rendimiento escolar: Situaciones especiales que alteran el núcleo familiar como la muerte o enfermedad de uno de los progenitores o de un ser querido por el niño, el abandono, separación del matrimonio, nuevo matrimonio de uno de los padres, nacimiento de un nuevo hermano.
Estilos educativos de los padres: Como la severidad excesiva o disciplina extrema, o bien un exceso de perfección que hacen que los padres creen unas expectativas que los niños no pueden alcanzar (tienen que ser los mejores) lo que crea una fuerte inseguridad en el niño que nunca podrá llegar a las altas metas fijadas y, como consecuencia, se sentirá frustrado si no lo consigue.
Por el contrario, el exceso de protección, el niño excesivamente mimado y protegido, es inseguro porque no sabe enfrentarse solo a las frustraciones si mamá o papá no están allí para resolver el problema.
Una persona que tuvo fracaso escolar enfrentará:
Trastornos debidos al desajuste emocional en etapas cruciales como la adolescencia.
Tendrá la sensación de que no puede enfrentar la vida y probablemente padezca el síndrome del farsante.
Tendrá menor desempeño laboral.
Problemas para relacionarse con sus iguales.
Aceptará situaciones que le devalúan con tal de no perder el trabajo.
Tendrá una autoimagen por debajo de la realidad.
No podrá ser objetivo al establecer las metas de lo que quiere en la vida.
Si tu hijo tiene problemas escolares, no lo descalifiques ni le hagas sentir avergonzado de sí mismo. Tómate algún tiempo al día para explicarle lo que no entiende. Esto, además de mejorar su rendimiento escolar, le hará sentir amado.
No lo compares con hermanos o ejemplos de personas que no puede alcanzar, lejos de motivarlo generas en él una sensación de ser inadecuado.
Habla con tu hijo, pregúntale qué le sucede, cuáles son sus temores, es probable que juntos lleguen a una solución.
Un Abrazo al Corazón Adriana Paramo